Tomo I, captítulo I
(a) Argumento Reducido
(a) Argumento Reducido
Una búsqueda de Dios (de una Realidad espiritual o divina dentro de uno mismo y detrás, por encima o dentro del fenómeno existencial), de la perfección, de la libertad, ha sido persistente preocupación del pensamiento humano supremo desde los tiempos primitivos. Esta preocupación parece ser elemento perpetuo de la naturaleza humana; pues sobrevive los más prolongados períodos de escepticismo.
Esta aspiración está en contradicción con su existencia presente y normal experiencia de sí que es la de un ser mortal pleno de imperfecciones, dominado-por-el-ego, en gran medida animal, sujeto a dichas transitorias y mucho dolor y sufrimiento, y atado a la necesidad mecánica. Pero la contradicción directa entre lo que es y lo que busca como necesario no es un argumento final contra la validez de su aspiración. Pues tales contradicciones son parte del método general de la Naturaleza; la aspiración puede ser realizable mediante esfuerzo individual revolucionario o mediante proceso general evolutivo.
Los problemas de la existencia son problemas de armonía. Las discordias y el desorden de los materiales, las oposiciones, demandan una solución por acuerdo, por descubrimiento de una armonía. De esa manera, el acuerdo de la inanimación y la inercia en una Materia continente y la activa presión inmanente de la Vida es el primer problema de la Naturaleza, su dificultad inicial; su solución perfecta sería la inmortalidad en el cuerpo mortal. El acuerdo de una Materia inconsciente y una Vida inconsciente o semiconsciente con una Mente y Voluntad conscientes es su segundo problema; la posesión de una directa y perfecta instrumentación del conocimiento en un cuerpo viviente sería su solución completa. El acuerdo de una mente, vida y cuerpo mortales con un inmortal espíritu secretamente inmanente es el problema final; la especialización o división perfecta. La búsqueda de estas soluciones por parte del ser humano no es irracional; más bien es el esfuerzo mismo y la pugna de la Naturaleza dentro de él.
La Vida aparece en la Materia, la Mente en la Vida, porque ya están allí. La Materia es una forma de Vida velada, la Vida es una forma de Mente velada; la Mente bien puede ser una forma de velo de un poder superior, del espíritu, que es supramental en su naturaleza. La Naturaleza ha implantado un impulso en pos de la vida en ciertas formas de la Materia y la evoluciona allí, un impulso evolutivo similar en pos de la mente en ciertas formas de vida, un impulso en ciertas mentes en pos de lo que está más allá de la Mente, en pos de la revelación del Espíritu o de la evolución de un ser espiritual. Cada impulso se justifica por la creación de los órganos y facultades necesarios.
Por lo tanto, no hay razón para poner un límite a la posibilidad evolutiva tomando nuestra organización o estado actuales de la existencia como finales. El animal es un laboratorio en el que la Naturaleza ha estructurado al hombre; el hombre bien puede ser un laboratorio en el que ella quiera estructurar al superhombre, revelar al alma como ser divino y evolucionar una naturaleza divina.
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