hacemos por última vez una cosa
-mirar una estrella,
atravesar una puerta,
amar a alguien,
escuchar cierta voz-
si algo nos advirtiera
que nunca volveremos a hacer eso,
probablemente la vida se detendría
como un muñeco sin niño ni resorte.
Sin embargo, cada día
hacemos algo por última vez
-mirar un rostro,
llamarse con su propio nombre,
terminar de gastar un zapato,
probar un temblor-
como si la primera vez o la milésima
