Dedico este blog al Eterno Señor siempre físicamente manifestado,
sea cual fuere el lugar de esta tierra donde ahora se encuentre.

lunes, noviembre 12, 2012

Constantine François de Chassebouef, Conde de Volney.

Bartolomé Esteban Murillo_Una niña y su ama, 1670


¡Salve, ruinas solitarias, sepulcros sacrosantos, muros silenciosos! a vosotros invoco, a vosotros dirijo mis plegarias.
¡Si, mientras que vuestro aspecto repele con terror secreto las miradas del vulgo, mi corazón encuentra, al contemplaros, el encanto de los sentimientos profundos y de las ideas elevadas!
¡Cuántas útiles lecciones, cuántas reflexiones patéticas o fuertes ofrecéis al espíritu que os sabe consultar!
Cuando la tierra entera, esclavizada, enmudecía a los pies de los tiranos, vosotras proclamabais ya las verdades que detestan; y confundiendo las reliquias de los reyes con las del último esclavo, atestiguabais el santo dogma de la igualdad.
En vuestro tétrico recinto es donde yo, amante solitario de la libertad, he visto aparecer su genio, no tal como se lo representa el vulgo insensato, armado de teas y puñales, sino con el aspecto augusto de la justicia, teniendo en sus manos la balanza sagrada en que se pesan las acciones de los mortales en las puertas de la eternidad.
¡Oh sepulcros! ¡cuántas virtudes poseéis! Vosotros espantáis los tiranos; vosotros emponzoñáis secretamente sus placeres impíos, haciéndoles huir de vuestra incorruptible presencia, y cobardes, levantan lejos de vosotros sus altivos palacios.
 Vosotros castigáis al opresor poderoso; vosotros arrebatáis el oro al juez prevaricador, y vengáis al infeliz despojado por su rapacidad;
vosotros compensáis las privaciones del pobre, llenando de zozobras el fausto del rico;
vosotros consoláis al desdichado ofreciéndole el último asilo;
vosotros, en fin, dais al alma aquel justo equilibrio de fuerza y sensibilidad que constituye la sabiduría, la ciencia de la vida.
Al considerar que es preciso restituíroslo todo, el hombre reflexivo no se afana por vanas ostentaciones o inútiles riquezas; contiene su corazón en los límites de la equidad; y como es fuerza que llena su destino, emplea los instantes de su vida y disfruta los bienes que la han sido dispensados.
Así ¡oh tumbas respetables! ponéis un freno saludable a la vehemencia impetuosa de las pasiones.
Vosotras calmáis el ardor febril de los placeres que perturban los sentidos; vosotras aliviáis el alma de la lucha fatigosa de las pasiones;
vosotras la sobreponéis a los viles intereses que atormentan a la multitud;
y abrazando desde vuestra altura, la escena de los pueblos y los tiempos, no se despliega sino a grandes afectos ni concibe sino ideas sólidas de gloria y de virtud.
¡Ah! cuando el sueño de la vida se termine, ¡de qué habrán servido sus agitaciones, si no dejan vestigios de alguna utilidad?
¡Oh ruinas! volveré a visitaros para tomar vuestras lecciones;
me colocaré en la paz de vuestras soledades; y allí, alejado del espectáculo aflictivo de las pasiones, amaré a los hombres por mis gratas memorias;
me ocuparé en su felicidad,
y la mía consistirá en la idea de haber adelantado la era venturosa de la humanidad.


Las ruinas ó Meditación sobre las revoluciones de los imperios precedidas de su biografía y seguidas de la Ley natural


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