Edmund Thomas Parris_La Visita a la Luna, 1832
Mi enfoque personal proviene del hecho de ser analista
jungiana y feminista, observadora y activista.
Cuando el movimiento feminista empezó, a mediados de los
sesenta, yo estaba estudiando la especialidad de psiquiatría. Por aquel
entonces el libro de Betty Friedman, Mística de la feminidad, dio en el clavo al describir "el problema sin
nombre", el que afirmaba que las mujeres debían estar satisfechas con su
papel de esposas y madres, y cuando eso no era así, se sentían culpables.
La revista Life, entre otras publicaciones, se preguntaba:
« ¿Qué les pasa a las mujeres?».
En aquella época ya realizaba sesiones de terapia y
visitaba a mujeres que estaban deprimidas y ansiosas. Se les decía que padecían
del «síndrome de la ama de casa de clase media-alta», diagnóstico oficioso y
peyorativo que implicaba que su infelicidad era debida solamente a
preocupaciones triviales.
Fueron analistas freudianos del sexo masculino los que me
enseñaron psicología femenina, y ellos precisamente creían que toda mujer era
intrínsecamente inferior por carecer de pene.
Durante mis años de formación los encargados de enseñar
psicología femenina eran analistas freudianos, varones, quienes creían que
todas las mujeres eran inferiores de un modo inherente porque carecían de pene.
Afirmaban que la envidia del pene se aliviaba temporalmente cuando quedaban
embarazadas y tenían un hijo. Los hombres no ponían en duda esta teoría y las
mujeres que lo hacían eran denostadas (puesto que en la psicología de Freud, la
mujer que protestaba padecía un complejo de masculinidad).
JEAN SHINODA BOLES, Las Diosas de la Mujer Madura,
editorial Kairós
No hay comentarios:
Publicar un comentario