Velázquez_Retrato del Papa Inocencio X, 1650
… Si Dios infunde en alguien el carisma de denunciar la relajación, las comodidades, los engaños, los trapicheos, los ocios, los privilegios de los miembros de ciertas castas clericales, el denunciante deberá estar dispuesto a esperar de éstos, revestidos de místico celo para presentarse como defensores de la santidad de la Iglesia, una reacción no menos virulenta. Siempre ocurre lo mismo: el hombre acaba por considerar su propia consagración como una especie de inversión y empieza a negociar con Dios, especulando en su propio beneficio.
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