La contemplación de las ruinas nos permite entrever fugazmente la
existencia de un tiempo que no es el tiempo del que hablan los
manuales de historia o del que tratan de resucitar las restauraciones. Es
un tiempo puro, al que no puede asignarse fecha, que no está presente
en nuestro mundo de imágenes, simulacros y reconstituciones, que no
se ubica en nuestro mundo violento, un mundo cuyos cascotes, faltos de
tiempo, no logran ya convertirse en ruinas. Es un tiempo perdido cuya
recuperación compete al arte.
EL TIEMPO EN RUINAS
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