Dedico este blog al Eterno Señor siempre físicamente manifestado,
sea cual fuere el lugar de esta tierra donde ahora se encuentre.

jueves, junio 08, 2006

Hesíodo_Teogonía


Lyonel Feininger_El Río, 1940


Antes hubo seres que intentaron el progreso del hombre
por la fuerza del pensamiento; pero en vez de gloria,
alcanzaron crueles castigos, en razón de que se suponía
que los dioses veían con envidia a aquellos inventores
que usurpaban algo de su poder con sus creaciones independientes.

Admiraban las proezas de la fuerza física:
tronchar árboles y hacer rodar peñascos; pero les infundía
miedo el ver encender lumbre, forjar el hierro, vestir,
alimentar y sanar por medio de preparaciones misteriosas.

Quizá habrían aceptado tales invenciones sin
el temor del rayo, que parecía siempre dispuesto a herir
a los temerarios. Decíanse en voz baja que Esculapio pereció
de un modo terrible, porque había querido resucitar
muertos con brebajes; y a veces, excitados por el terror,
se hacían verdugos para adelantarse a los dioses,
mataban a Triptolemo que les enseñaba la agricultura.
Prometeo fue el más famoso de aquellos genios benéficos.

Pertenecía a la gran raza de titanes que se rebeló
contra los dioses, aunque más cuerdo que sus hermanos
no tomó parte alguna en aquella lucha del orgullo, sin
duda porque veía claro el desenlace de la guerra, por amenazadoras
que fuesen las cohortes de los titanes. A mayor
abundamiento, ¿qué le importaban aquellos furores
de ambiciosos contra ambiciosos que combatían entre sí,
unos para conservar el trono celeste y otros para recobrarle?

Su corazón no estaba allí, lejos de aquellos poderosos,
de aquellos soberbios, dioses o titanes: miraba
conmovido cómo se agitaban las criaturas débiles, tímidas,
sin vestidos y sin utensilios, oprimidas a la vez por
la tierra y por el cielo, donde nadie se cuidaba de acudir
en su auxilio. Ni titanes ni dioses pensaban en los hombres;
y cuando Zeus, rey del Olimpo, salió vencedor,
quiso destruir a los inocentes mortales con sus enemigos, a
tal punto llegó la embriaguez de su victoria. Prometeo
los salvó, y no se contentó con esto, sino que aspiró a sacarles
de la condición de animales en que vivían, para lo
cual robó el fuego del cielo y les enseñó a bosquejar las
primeras artes con aquella especie de alma de la materia.

Zeus se indignó, porque no quería la prosperidad del
hombre, sino que, como amo celoso, deseaba esclavos incapacitados
de elevarse. No se atrevió o no pudo quitar
a los mortales el fuego, de cuya conservación cuidaban
todos: pero castigó a Prometeo atándole con cadenas en
un monte, no lejos del Cáucaso, entre Europa y Asia, para
que el mundo entero viese el castigo, y dejándole a merced
de un buitre que noche y día devoraba su hígado, que
renacía eternamente.

Fábula griega
Hesíodo


No hay comentarios: