Eduardo Roselló Toca

Vincent Van Gogh_Campo de flores amarillas, 1889


...Parece ser que en una ocasión se firmó una tregua entre los animales,

y que esa tregua iba a conducir a una paz duradera y estable.

Incluso se hizo un esbozo de lo que iba a ser el estado del futuro,

una nueva utopía con el cordero pastando junto al león

y el gato reposando junto al ratón.

Dentro de esta construcción del nuevo estado se pensó, no sin razón,

que lo mejor era que todos los animales tuvieran una educación común

como medio de conocerse mejor y así respetarse más.

La idea era buena pero ¡ay! comenzaron las discusiones.

El conejo insistía en que correr debía ser una asignatura.

El pájaro decía que volar era lo importante.

El pez no estaba dispuesto a ver excluída la natación del plan de estudios...

Finalmente se llegó a una solución de compromiso:

todo estaría en el plan de estudios.

La solución, es obvio, no solucionaba nada.

El conejo fue el que consiguió la mejor nota en correr,

pero no era demasiado bueno nadando y era una calamidad

tratando de subir a los árboles, pues siempre se caía de espaldas.

Tanto es así, que llegó a lesionarse, con lo que incluso perdió

su primera posición corriendo.

El pájaro era el primero en vuelo, pero no valía nada en lo

que se refería a entrar en madrigueras porque se hizo daño

en el pico y en las alas, por lo que perdió su posición

destacada en vuelo.

Lo mismo les sucedió a los demás animales.

Al final se dió un proceso de selección natural a la inversa:

una anguila algo retrasada mental que siempre hacía todo a medias

fue quien consiguió los mejores puestos. Eso sí, los educadores

estaban muy satisfechos porque todo el mundo pasaba

todas las asignaturas... aunque se dejaran algunas plumas en el intento...

Este infructuoso intento por ser algo diferentes

de nosotros mismos está siempre condenado al fracaso.

Lo malo es que muchas, ¡demasiadas veces!

ese fracaso recibe el nombre de éxito social.